Y no me considero ni valiente, y ya vi demasiado.
Me entorpece este plano terrenal.
Y el día que me vaya va a ser ganancia. Un átomo en la eternidad.
Sin presiones ni fronteras ni mentiras.
Tal vez con aroma a tilo en un verano que nunca acaba. Y esos arroyos que son música para mis oídos. Mis padres, mis abuelos, mis tíos, mis amigos, mis mascotas, aquellos que se fueron yendo de a poco.
La vida no es para todos.
Algunos solo pasan sin darse cuenta.
Otros la sufren cuando entienden que ya son adultos y dejaron de ser niños.
Me detiene el hecho de que un pequeño Ángel necesita de mí. Pero este árbol torcido y ya un poco viejo anidó a demasiadas aves, y sus ramas están débiles. Pienso en Dios cada día. Pienso en el sacrificio de Jesús cada día.
Y si alguien me conoce donde ni siquiera yo me conozco, es el mismo que me creo. Como Geppetto a su querido muñeco de madera.
No sé el tiempo que me quede. Nadie lo sabe en realidad.
Pero el demasiado ruido me molesta.
Y el sentido caducó.
Y acá abajo no hay mucho. Solo un pequeño y gran hormiguero.
Ojalá que nunca veas, ojalá que siempre seas valiente. Y ojalá que simplemente pases por la vida sin darte cuenta.
Pero no te aferres demasiado.
Para que no grites al final de tus días.
Ama a Dios sobre todas las cosas.
Y a tu prójimo como a ti mismo.
Cuida a tu familia con tu propia vida.
Honra tu palabra con la verdad.
Y no te olvides que aún las estrellas caen del cielo y ni siquiera nos damos cuenta.