El reino de los monos (Cuento para niños), con un lindo mensaje
Esta era una vez un rey muy poderoso que tenía tres hijos. Llegado el momento de adultez de cada hijo, estos decidieron pedir a su padre que les diera dinero suficiente para ir a las poblaciones vecinas y buscar a sus futuras esposas y regresar en un año. El rey les escuchó, y así fue.
Cada príncipe recibió lo mejor de las riquezas del rey y fue despedido. Los jóvenes se fueron por caminos distintos, a pueblos distintos, para así no pelear por las mujeres y poder escoger bien.
A cada uno le fue bien, salvo al más joven de todos. Mientras este iba en su caballo fue sorprendido y emboscado por un batallón de monos. Estos lo amarraron y lo llevaron preso hasta su reino.
Al llegar al castillo, todos eran monos también, los soldados, los campesinos, el rey, la reina y la princesa.
—Este es el ladrón que ha estado robando sus riquezas —dijo un soldado.
—Métanlo preso y lo ejecutan mañana —dijo el rey.
—¡Pero es un error! —replicó el joven, pero nadie le escuchó. Fue llevado a la cárcel y allí esperaba su cruel destino.
Pasadas unas horas, la hija del rey se acercó a su padre y le pidió que le perdonara la vida al hombre, que le parecía alguien de buen corazón. El rey vio en los ojos de la hija que el joven le gustaba, y aceptó.
Al llegar el día de la ejecución, el joven se asombró porque no lo mataron, sino que le llevaron comida, ricos manjares acompañados de una carta.
“Te he visto y me he enamorado, por eso pedí por ti. Si te casas conmigo serás rico y no te faltará nada, lo mejor es que podrás estar vivo”. Luego de leer y ver la firma, el joven notó que se trataba de la princesa. Él se dijo a sí mismo: “No importa que me case con una mona, si salgo vivo de esto, todo valdrá la pena”.
Así fue como el joven príncipe aceptó casarse con la princesa y salvar su vida. La boda fue por todo lo alto, y aunque por dentro de sí el príncipe lo hacía por interés, tras los buenos tratos de la mona, le fue tomando cariño.
Pasados seis meses el joven le dijo a su mona esposa:
—Amor, prometí a mi padre volver antes de un año con mi esposa, y se acerca el día. ¿Será posible ir?
—¡Claro, mi amor! —respondió la mona.
Se le comunicó al rey y se fueron, escoltados por un batallón real y en el mejor carruaje de todo el reino.
Al llegar al camino donde se habían separado los hermanos, allí estaban los otros dos príncipes con sus esposas. Estos se asombraron al ver la enorme caravana acercarse, pero aún más al ver que eran monos, y que el único hombre era su hermano.
El joven presentó a su mona esposa y no le importaron las burlas de sus hermanos, pues conocía el corazón de su nuevo amor. Luego de eso se fueron adonde el rey, y cada quien presentó a su mujer, pero cuando el más joven iba a presentar a la mona, el rey pidió que el ejército de monos saliera, porque no eran bien vistos y atemorizaban al resto, y que, además, la mona saludara de lejos.
—No pueden estar aquí, esta es una ciudad de hombres, pero podrán estar en la colina cercana, pues quiero a mi hijo cerca —dijo el rey.
El joven príncipe, tras notar esto, se entristeció y se fue cabizbajo. La mona lo miró, le sonrió y le dio ánimos.
Al llegar a la colina, la mona pidió a sus súbditos que de inmediato construyeran un enorme castillo para que todos pudieran estar resguardados y vivir de forma cómoda el tiempo de su estadía.
En un par de días, debido al esfuerzo de los monos, el palacio estaba listo, y era hasta mejor que el del padre del príncipe.
Una semana después el rey decidió visitar a sus hijos, fue a las casas de los mayores en su propio reino, y se dispuso a salir a la colina a ver al menor. Su asombro no fue normal al apreciar el inmenso palacio construido.
El rey se hizo acompañar de su mejor ejército para visitar a su hijo, temía que se fueran a vengar los monos por su comportamiento. No obstante, el trato fue maravilloso, los recibieron con manjares y fiesta.
El rey no encontraba donde meterse de la vergüenza, lo más notorio ocurrió cuando solicitaron silencio y espacio en el centro del palacio y el príncipe salió con su princesa a bailar frente a todos.
Justo al llegar al centro y compartir un tierno beso, todo se detuvo, la princesa mona se transformó en una joven humana hermosísima y todo su ejército también se volvió humano, al igual que la gente en su reino.
Resulta que el reino había caído bajo una maldición que solo podía romperse con un amor desinteresado que viera la belleza detrás de las apariencias. Luego de eso, nadie volvió a juzgar a los otros por como lucieran y fueron felices el resto de la existencia.
Fin.
Extraído de lifeder – Cuentos populares de Latinoamérica